Una inmensa extensión de gigantescas montañas de arena traza el deslumbrante paisaje conocido como las Dunas de Tatón. Paraíso de off roaders, lugar preferido por los jóvenes, sitio elegido para la apasionante práctica de sandboard y las travesías en cuatriciclos y vehículos todo terreno, este desierto blanco cautiva con su imagen y tienta a la aventura.
Según aseveraciones de entendidos en la materia, con sus más de 2 mil m de altura, las Dunas de Tatón gozarían del peligroso privilegio de ser las más altas de América. Desafío, adrenalina, encanto de los sentidos, este terreno de talco con su apariencia desolada constituye un atractivo ineludible al paso por Fiambalá.
Se llega hasta este cuadro maravilloso, transitando unos 25 km desde la ciudad por Ruta Provincial Nº 34.
La llamada Ruta del Adobe es un singular circuito turístico que se extiende por el Departamento Tinogasta, en el lado este de la provincia de Catamarca, visitando edificios e iglesias de varios siglos de antigüedad, construidos en madera y adobe.
Este paseo que atraviesa diversos pueblitos catamarqueños abarca 55 km de rutas de asfalto con conexiones de caminos consolidados.
Comienza en la Ruta Nacional Nº 60, justo a la salida de la ciudad de Tinogasta, allí se encuentra una antigua casona que perteneciera a unos latifundistas europeos de apellido Del Pino. Continúa por la misma ruta rumbo al norte hacia la localidad de El Puesto donde está el Oratorio de los Orquera, una capilla privada edificada a principios del Siglo XVIII en homenaje a la Virgen del Rosario. Cinco kilómetros más adelante –en la localidad de La Falda– está la iglesia de Andacollo, semiderrumbada por un movimiento sísmico. La siguiente parada es en el pueblo catamarqueño Anillaco, donde puede visitar el Monumento Histórico Provincial Mayorazgo de Anillaco, así como también una iglesia consagrada a Nuestra Señora del Rosario.
El peregrinaje continúa hacia el poblado de Batungasta, donde no se visita una iglesia sino un sitio arqueológico, un asentamiento indígena que habría sido poblado por varias culturas. La recorrida seguirá rumbo a Fiambalá, para hallar, 3 km antes del pueblo, a la Iglesia de San Pedro, construida en 1770 por encargo del Capitán Domingo Carrizo, razón por la cual hoy día constituye un auténtico exponente de la arquitectura religiosa colonial.
En plena cordillera catamarqueña se encuentran agrupados más de 14 cerros con una altura mayor a los 6 msnm, los cuales llevan el nombre de Seismiles. Estas moles imponentes son encabezadas por el Pissis 6882 msnm, el volcán inactivo más alto del mundo, cuyas cumbres constituyen un gran desafío para los montañistas.
Entre estos apasionantes cerros destaca el San Francisco, erguido al lado mismo de la ruta internacional que comunica Catamarca con Chile, por ser el de más fácil y práctico ascenso. También el Incahuasi, ubicado cerca del Paso Fronterizo de San Francisco atrae cada año a numerosos aventureros decididos a alcanzar su cima. Pero si hay un seismil temible, él es el Ojos del Salado, un volcán activo en cuyas paredes las nieves son eternas y en cuyo interior las fumarolas advierten su vigilia.
Con una apariencia típica de los pueblos del noroeste, aunque semejante en algún punto a las casitas de los cuentos de fantasía, la Iglesia de San Pedro se alza en territorio de Fiambalá desde el año 1770, momento en que fue levantada con tradicionales técnicas constructivas por el Capitán Carrizo.
Punto final o de partida de la excursión que recorre la Ruta del Adobe, esta iglesia resguarda en su interior una antigua imagen del Santo Patrono así como una colección de pinturas cuzqueñas. Sus formas responden al estilo de templo del noroeste colonial, con una larga y angosta nave, y un coro de madera abierto en el balcón hacia el interior. En su ala derecha, una llamativa campana se ocupa de advertir los horarios de misa.
Se halla emplazada en un cuidado parque, a la vera de la Ruta Nacional Nº 60.
Corredor fronterizo que con su espléndida extensión une a la provincia argentina de Catamarca y a la chilena III Región de Atacama en la alta zona custodiada por los Seismiles, el Paso de San Francisco se instituye como símbolo de integración e intercambio turístico, económico y cultural.
Un atractivo camino antecede al Paso de San Francisco seduciendo a su recorrido. Un paisaje de penetrante belleza deslumbra los sentidos. Y, más allá o más acá, numerosos refugios enaltecen la tradición de dejar tras su uso provisiones y leñas para el siguiente viajero que pase rumbo al país vecino.
Faldas multicolores acompañan al turista lo largo de toda la excursión, hasta que el dorado intenso de la vegetación rala las corta en el Campo de las Peladas, para dejarlas resurgir con posterioridad. En tanto, majestuosos penitentes de hielo suelen adueñarse de porciones de terreno contrastando su blanco inmaculado con los tonos del lugar.
Aparecerá luego el Puesto de Gendarmería anticipando la corta distancia y, finalmente, el último refugio del lado argentino y un cartel con la inscripción “Bienvenidos a Chile”, contagiarán la certeza de haber llegado a destino. Una inmensa laguna verde se desplegará ante los ojos en aquel sitio, superando las expectativas de todo excursionista del Paso de San Francisco.
Tres salas concentran la exhibición del valioso patrimonio arqueológico recogido por el Museo del Hombre de la ciudad de Fiambalá, donde piezas pertenecientes a los grupos aborígenes pituiles, batungastas y mayupucas, los cuales habitaran estos valles, constituyen la interesante colección que atrae desde el cautivante recinto.
Objetos cerámicos y líticos, entre los que destacan puntas de proyectil, vasijas tipo ciénaga y urnas funerarias, ocupan dos de las salas, en tanto que en la restante aguardan los cuerpos momificados de un hombre y una mujer, con su ajuar funerario, cuya antigüedad alcanzaría los 500 años.